El estado expidió una serie de decretos para hacerle frente las consecuencias del Covid-19. Decretos que, para muchos, benefician exclusivamente a las empresas. De los más sonados en los últimos días, es el decreto de contribución para el pago de nómina. Uno con mucha tela que cortar. Sobre todo, porque son innumerables las gargantas que vociferan manifestando que no se debe apoyar a las empresas en momentos como estos. En este punto, se debe elevar la mirada y entender que el decreto de pagos de nómina no beneficia a las empresas, beneficia a la economía en un todo. Frente a contingencias como la que nos aflige, una empresa puede disminuir gastos y tener una utilidad mayor a la que tenía antes, incluso con ingresos más bajos. El propósito de este decreto, en efecto, es proteger el ingreso de las familias, propósito que, si bien se enmarca dentro de una preocupación por el ser humano, tiene una mirada más elevada que es la de proteger la economía nacional. Propender porque el dinero siga circulando.
No obstante, la labor resaltable del gobierno de velar por los que lo necesitan, cuando lo necesitan, se debe descubrir el justo equilibrio entre manutención e inversión. En este camino, inyectar capital a las empresas, resulta fundamental. De lo contrario, en algún momento la caja del estado se acabará y no podrá seguir protegiendo el salario de los trabajadores. Si las empresas no generan ingresos, los impuestos que recauda el estado serán menores, y no alcanzará para mantener el bienestar de todas las personas. Inyectar recursos en las empresas, ya sea a través de financiamiento o capitalización, en efecto, es la única manera sostenible de superar la crisis.
Pensemos en una familia común y corriente. Si el hogar tiene un fondo de ahorro de 20.000.000 millones de pesos del cual sacan todos los meses para pagar servicios, arriendo, comida, colegios, etc. No se necesita ser financiero o profeta para anticipar que, en unos cuantos meses, el pozo se secará. Sin embargo, si invierten parte de los recursos en un negocio, pensemos una pizzería, ese negocio generará los ingresos que necesita la familia mes a mes, sin necesidad de tocar el fondo, el cual solo se destinará para momentos de crisis. Lo que debe hacer la familia, en consecuencia, es ahorrar en los meses en los que los ingresos superen sus gatos. Así, cuando llegue una crisis letal, el hogar podrá soportar la envestida. Este es el mismo dilema del estado. En la actualidad, se está sacando del fondo para pagar servicios, arriendo, comida, salud, pero al mismo tiempo se saca para invertir en la pizzería. Se invierte con la fe puesta en que, en el corto, mediano o largo plazo, seguirá sosteniendo los gastos del hogar. Esta, sin lugar a dudas, es la única manera sostenible de vivir.
Así las cosas, es natural que el gobierno quiera proteger la empresa. Sabe que, con ello, protege el bienestar social, la economía, y el cumplimiento de sus obligaciones de deuda. El gobierno, en suma, es plenamente consciente de que en un país donde existe actividad empresarial, coexiste un estado que recauda vía impuestos. Y que un estado que recauda, es uno que puede hacerle frente a las desigualdades sociales, a la falta de oportunidad, y a las mermas de la dignidad humana.
Una vía más pasional, por su parte, aboga por invertir todo al bienestar de la población, a través de subsidio. Argumentan en pro de la muerte de las empresas. Sin embargo, la variable omitida en su ecuación de bienestar, es que, con la quiebra de las empresas, se disminuye la caja capaz de sostener esa política de bienestar. Lo anterior, aunado al hecho de que se aumenta el número de personas a satisfacer. Si ya las empresas no cubren las necesidades mediante salarios, luego el estado debe hacerlo. Lo que termina conllevando a gastos extraordinarios para ingresos ínfimos.
No solo es imposible mantener el estado de bienestar bajo este escenario, sino que se comienzan a incumplir con las obligaciones de deuda. Con ello, los inversionistas se alejan del país y sacan sus capitales. Se recauda menos, e ingresamos en estado de liquidación. Lo preocupante del asunto es que tal como ocurre en los procesos de liquidación, la gran empresa Estado, debe vender sus activos para pagar sus deudas. Entonces, damos a los bancos internacionales y demás grandes corporaciones, nuestras tierras, nuestras empresas públicas y nuestra riqueza invaluable. En efecto, es la única manera de que nuestra gente pueda volver a tener un sustento. Recordemos, la empresa Estado, encargada del bienestar de toda la población, ha quebrado.
Luego, la posición de real altruismo del gobierno no es mantener a toda la población y dejar morir a las empresas. Afirmaciones como las de ciertos alcaldes, preguntando que dónde estaban los empresarios cuando a la alcaldía le tocó “sacar de su bolsillo” para invertir en salud, es la portada de una persona que no entiende lo que acabábamos de exponer hasta aquí. Sin empresariado, la alcaldía no tendría mayor cosa en el bolsillo. Sin grandes contribuyentes, no solo no podría invertir en salud, sino que lo poco que tendría, no alcanzaría para satisfacer a toda la población. Dividan el presupuesto de un año del gobierno entre los 50 millones de colombianos, y compruébenlo. En ese momento, pasaremos a convertirnos en los tan temidos países socialistas, que se preocupan tanto por los pobres, que acaban por fabricarlos. En medio de esta crisis, la real posición de altruismo, en suma, es la de buscar el justo medio entre el subsidio, y el sostenimiento de las unidades de negocio.
En conclusión, se debe elevar la mirada. En estos tiempos, la intuición es la peor enemiga de la razón. La intuición es rápida e iracunda, mientras que la razón es lenta y calculadora. La razón piensa cada paso, y es segura en el andar. Por eso, aunque intuitivamente enarbolemos nuestra voz para pedir al estado mayores subsidios, es nuestro deber como animales racionales detener el paso y reflexionar sobre lo que se piensa. Es momento de encontrar la decisión que a largo plazo contribuya para que que ningún colombiano muera de hambre. Es nuestro deber tomar el mejor plato que se encuentra sobre la mesa. En tiempos de Covid, se debe encontrar el justo medio entre la liberación de las reservas del estado, que son justamente para momentos como este, pero sin dejar de lado la protección de la maquina de ingresos. Hay que proteger la pizzería.
Hay dos tipos de persona. El que vive siempre de la herencia, y el que la multiplica y vive mejor. ¿Cuál queremos ser?
Jhonny Romero Osorio
Abogado
Candidato a Magister en Finanzas